La responsabilidad de los padres.
La responsabilidad de los padres es uno de los temas que más debatimos en el equipo de Froggies, porque genera una dualidad entre el respeto por los demás y el mío mismo.
¿Dónde está el límite entre nosotros y las familias? ¿Qué es lo que me compete a mí cuando hago un evento, bien sea con niños en grupos pequeños, o con niños en grupos grandes?
Soy de las que opina que el aprendizaje está en el día a día y en todas las acciones que llevamos a cabo diariamente. No creo que sólo debamos limitar el aprendizaje a las horas de escuela (los que vayan a la escuela); ni a los lugares donde pagamos para que “enseñen”, acompañen, moldeen o “adoctrinen” a nuestros hijos.
Creo de corazón que la panadería, la pescadería, el médico, el vecino, los amigos, la familia y todo lo que vivimos diariamente con nuestros hijos enseña mucho; y a veces más que cualquier otra actividad. ¿Y por qué? Porque nuestros comportamientos en todas estas acciones diarias son los modelos que ellos integran en su vida. Aprenden por imitación.
Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo. Benjamin Franklin
Así que, como hay tantas maneras de educar como personas en el mundo, entramos en una reflexión acerca de cómo comportarme cuando mis necesidades chocan directamente con las (a veces impuestas) necesidades de un cliente.
Pienso de verdad que todo lo que afecte a la libertad de uno mismo y al respeto por el otro es competencia de toda la sociedad; seamos acompañantes, animadores, profesores, tíos, maestros, abuelos o padres.
Porque el respeto por el otro debería estar entendido de la misma manera por toda la sociedad, aunque observo que no es así. Y esto, sin lugar a dudas, es una pena. Aunque veo fe en todo, no todos respetamos a los demás de la misma manera.
Ahora no hablaré del papel que tenemos en España la gente que trabajamos con niños, porque es otro temazo… Y lo dice muy claro el sistema, de los que menos cobran, los maestros… Así, ¿cómo vamos a mejorar el mundo?
Pues todo esto, falta de respeto, mirarnos por encima del hombro y a veces, menospreciar nuestro trabajo, es algo que nos sucede muchas veces con algunos padres y madres.
7.15 de la tarde. Evento de pintacaras o taller en algún Centro Comercial. A las 7.30 terminamos, llevamos 5 horas trabajando; estamos cansados y con ganas de llegar a casa. Así que, como hay cola, a las 7.15 (previendo cómo hacer para terminar a las 7.30 o algo más), cerramos la cola en el último y avisamos de que ya no vamos a atender a más personas.
Hasta ahí todo genial. Vienen algunas personas preguntando y les explicamos que ya hemos cerrado la fila porque a las 7.30 terminamos. Amablemente conversamos y, como nos respetan y comprenden, se van para volver el próximo día (si es que hubiera) o si no, nos siguen en redes sociales o se inscriben a nuestra newsletter para tener la información a tiempo.
Todo en orden, hasta que llega un padre o una madre (solemos ser las madres las más insistentes en estos temas), y delante de su hijx insiste para que le maquillemos o le dejemos hacer la manualidad que hayamos hecho toda la jornada. Le explicamos amablemente que no puede ser, que nosotros terminamos.
Y él o ella, a veces insiste tanto que el niño acaba por llorar, o bien ya venía llorando, o muestra malestar de alguna otra manera. Puede ser porque quiere maquillarse o porque está cansado, o porque han tenido alguna tarde intensa y el niño necesita liberar, o por mil millones de factores ajenos a nosotros.
Aquí llega el quid de la cuestión. Los progenitores deciden trasladar su responsabilidad hacia nosotros, que somos los “responsables” de que su hijo esté sufriendo.
Y en vez de asumir su responsabilidad como padre o madre y aprovechar esta oportunidad para enseñar a su hijo el valor del trabajo, del respeto por el otro y de la aceptación de situaciones que pueden resultar frustrantes; optan por “echar balones fuera” llegando a veces hasta a enfadarse con nosotros por considerarnos incomprensibles.
Además, la mayoría de las veces nos quedamos más tiempo porque nuestro objetivo, como siempre digo, no es más que mejorar el mundo aportando luz con experiencias satisfactorias. Y todo esto nos deja un mal sabor de boca.
Nos hace sentir poco valorados y no tenidos en cuenta. Porque la gente tiene vida más allá del trabajo. Y la sociedad debe respetar esa realidad. No podemos exigir que la gente está para mí cuando yo lo necesito. Y si es lo que quiero, que sea en los horarios cuando la gente esté disponible.
Así que, cuando pasan este tipo de situaciones, yo sólo recomiendo intentar, muy amablemente, explicar a los padres que la responsabilidad de enseñar algo tan valioso a sus hijos está frente a ellos. Y que no es responsabilidad nuestra, sino suya.
Si nosotros maquillamos a su hijo, no solucionamos un problema de base, sino que ponemos un parche pintándole la cara. No de pirata precisamente, sino de algo que está el niño diciendo.
Creo firmemente que si queremos mejorar el mundo como parece que queremos hacer, la responsabilidad de los padres es escuchar y procurar comprender cada señal que nos traslada nuestro hijo. Y no digo que sea fácil, sino que debemos aprender con ellos y de ellos todos los días y a todas horas.
Así que sólo me queda desear un feliz aprendizaje y una profunda reflexión sobre el respeto. Porque para ti, ¿qué es respetar?