Los príncipes visten de rosa
Hoy nos toca hablar de dos conceptos que tienen una relación directa: género e infancia. Desde Froggies estamos preocupados por las diferentes formas educativas que se aplican día a día. El debate es constante, rico y muy amplio. Tengo la inmensa suerte de haber llegado a esta charca y poder desaprender cada día. Hablar de <<género>> es una tarea compleja y muchas veces confusa. Compleja por todos los elementos que pueden acompañar su definición. Y confusa porque a menudo se solapa con el término . No quiero hacer de este texto un artículo arduo y lleno de academicismos, por lo tanto, expondré una sencilla reflexión. Es importante marcar la diferencia y saber qué límites separan al concepto: género. Cuando hablamos de <<género>> aludimos a un hecho social, es decir, en su definición entran todos los elementos construidos socialmente. La definición incluye elementos biológicos, pero sumados al ámbito político, cultural, económico, psicológico, histórico y social. Por lo tanto, esto requiere un esfuerzo en nuestro imaginario, al distanciarnos de la cultura dominante que atribuye los procesos sociales únicamente al origen natural. Es por ello que el término se referirá, salvando algunos matices, a los elementos biológicos. Sentía necesario realizar esta introducción para poder desarrollar su relación con la infancia. ¿Y cómo sucede esto? En el proceso de socialización, -muy importante y explícito en los niños- empezamos a generar su posicionamiento respecto a diferentes categorías, entre ellas. Desde diferentes lugares –familia, escuela, amigos, medios de comunicación, relaciones cotidianas, etc.-vamos enseñando a los más pequeños algunas atribuciones para ordenar su mundo. En estas categorías imponemos qué lugar ocupa cada elemento en el binomio hombre/mujer, niño/niña. Asignamos a cada grupo una serie de características: -Ser valiente o dócil. -Dependiente o independiente. -Racional o emocional. -Fuerte o débil. Y así una lista infinita. Al ver gran parte de los dibujos animados podemos ya observar cómo se van delimitando y definiendo todas estas aptitudes, señaladas como inherentes a su condición sexual. Los príncipes rescatan a las princesas, visten de azul y no pueden llorar. Y todo ello por su condición de masculinidad.
Así, podríamos seguir observando muchos otros elementos, como los juguetes, un caso aún más explícito. Cuando entramos en una juguetería, intuitivamente ya sabemos que sección “corresponde” a los niños y cuál a las niñas. Los juegos de pensar, construir (y destruir), manejar… frente a los juguetes de cuidar, decorar y cocinar. Los juegos de ciencia, las construcciones, las espadas y los coches… frente a los bebés, las muñecas y los muebles de cocina. El azul frente al rosa.
Por supuesto, esto sólo una pequeña reflexión para despertar la curiosidad y provocar algunas preguntas. Much@s ya conoceréis de lo que hablo y otr@s os habréis sentido indentificad@s. Desde este momento os invito a que profundicéis en el tema y agudicéis la mirada crítica. Podríamos pasarnos horas debatiendo sobre el tema y no acabaríamos. Yo no estoy desvelando ningún secreto nuevo y os animo a leer la infinidad de literatura que ahonda en esta problemática.
Este mismo fin de semana, mientras pintábamos las caritas en un evento, oía a una madre decir a su hijo que no podía elegir pintarse de mariposa porque era de chicas. Y el niño, insistente, decía que era lo que quería. Incluso propuso otras posibilidades, pero continuaban siendo de “niñas”. Al final, la madre terminó sugiriéndole que se pintara de algún superhéroe y el pequeño optó por no pintarse.
Todas estas situaciones las reproducimos cada día, por eso el esfuerzo por repensar algunos hábitos es tan importante. Yo, desde mi visión personal, soy un cómplice involuntario en esta cadena. Por eso, me siento tan afortunado de haberme topado con Froggies y sus ganas de cambiar y repensar el mundo.
Mario J.V. Coordinador en Froggies y sociólogo.