Salud: Acompañamiento en el parto
El parto es un proceso natural. Se trata de una experiencia muy intensa a nivel emocional y físico tanto de la madre como del bebé. Es el final del proceso de embarazo y el principio de una nueva vida, una nueva etapa para toda la familia. En el parto no solo nace el bebé, sino también la mujer-mamá.
El acompañamiento en el parto es un tema crucial y un derecho básico. Hay mamás que deciden estar acompañadas por el papá, otras por una amiga, la hermana o su madre. Muchas mujeres eligen el servicio de doulas. También pueden elegir estar consigo mismas. Ninguna opción es superior a otra. La mejor opción será la elegida por la madre y debería ser respetada por el entorno de la parturienta.
Actualmente el momento del parto es una situación temida por la mayoría de las mujeres. En cierto modo, no nos falta razón. Se trata de una situación crucial para la salud del bebé y la madre. Dar a luz en un hospital ofrece, habitualmente, la seguridad que las familias buscan. Pero los avances en la ciencia no se están aplicando en su totalidad, por lo tanto no se están cubriendo todas las necesidades de la parturienta y el bebé. En no pocas ocasiones los protocolos y prácticas hospitalarias, el trato del personal sanitario, resultan dañinos para la madre y el recién nacido. Estamos hablando de la violencia obstétrica. Violencia que se ejerce con las palabras y con el trato, con el intervencionismo exagerado, con el abuso de poder. La violencia obstétrica puede definirse como “la apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por prestadores de salud, que se expresa en un trato jerárquico deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres.”
Necesita sentirse apoyada, escuchada, informada y respetada. Necesita sentirse segura y tranquila para poder sumergirse en el trabajo de parto que le tendrá desconectada del mundo externo. Las hormonas necesarias para que el cuerpo progrese en el trabajo de parto se segregan sólo si el cerebro percibe un entorno seguro. ¿Qué sucede entonces cuando la mujer no se siente respetada y segura? Si el mundo externo se percibe hostil, la mujer necesitará defenderse de él. El proceso natural de parto se verá afectado. Posiblemente resulte necesario intervenir con diversos fármacos y prácticas sanitarias para que el bebé nazca. Todo ello sería innecesario si desde el principio la mujer se siente segura y respetada. Si se le proporciona apoyo durante el proceso. Las intervenciones externas serían necesarias sólo en caso de problemas, un número de casos muy inferior al que se vive realmente hoy día en los hospitales. Una forma que ha encontrado la mujer actual de enfrentarse al parto es llevar a un defensor con ella. A una persona que pueda protegerla del mundo externo mientras ella se sumerge en su mundo interno. Una persona que le apoye, le guíe, se muestre incondicional. Quizá si el ambiente externo de la parturienta no fuese hostil, la figura del guerrero protector no sería necesaria.
¿Por qué resulta tan extraño que proliferen opciones alternativas de parto? Las mujeres informadas saben lo suficiente como para exigir derechos y tomar sus propias decisiones sobre las circunstancias de su parto. El respeto al ser humano debería primar sobre cualquier otra variable. Los avances científicos deberían ser tenidos en cuenta para modificar y actualizar protocolos. El personal sanitario debería mirar sus dificultades internas para no perjudicar a otras personas durante la realización de su trabajo (recordemos que sin cambio individual no habrá cambio social).
Muchas mujeres reciben a su bebé en un estado de estrés postraumático. El trastorno de estrés post traumático es una secuela frecuente de la violencia obstétrica. Se trata de un trastorno de ansiedad en el cuál el cerebro se ha quedado “atascado” en modo peligro, con toda la activación neuroquímica tóxica que supone este estado. Emocionalmente las madres se sienten vulnerables, sin fuerzas, desorientadas y desconectadas de la realidad. Como una persona que acaba de vivir un terremoto en el que ha visto peligrar su vida. ¿Cómo atender a las necesidades del bebé recién nacido bajo un estado psico-fisiológico de semejante magnitud? No se puede. El bebé no va a tener disponible a su mamá. La ciencia también ha demostrado lo crucial de las primeras horas de vida para el establecimiento del vínculo y la lactancia. Por lo tanto, es más que probable que ambos aspectos se vean afectados (existe la posibilidad de reparación posterior).
Muchas mujeres necesitarían intervención psicológica tras el parto. Muy pocas la solicitan. El motivo suele ser el desconocimiento de esta secuela. Si se normaliza la violencia, se niegan sus consecuencias y por lo tanto la consciencia de lo acontecido y el daño efectuado, el cuál es inmenso si se valoran las consecuencias a nivel de vínculo.
Las mujeres que han vivido un parto traumático, o una experiencia de parto en la que ha habido violencia en el trato recibido, necesitan contarlo. El cerebro necesita poner palabras a lo ocurrido, una y otra vez, para poder almacenar lo vivido en la memoria de forma integrada. Necesita cerrar la herida, y la forma que la naturaleza escogió para hacerlo es narrar lo ocurrido de forma coherente hasta que deje de doler, o mejor dicho, que duela de forma diferente.
Esta necesidad de contarlo choca con la poca disposición de la sociedad a escucharlo. Negar la violencia obstétrica (y toda la violencia que hoy en día la sociedad naturaliza en el nombre de la educación y el “por tu propio bien”) retraumatiza a las víctimas: mis emociones y mi cuerpo me indican que sufrí, que lo que ocurrió no fue bueno, pero la información que recibo del entorno contradice mi experiencia. Las madres que se aventuran a contar su experiencia se escuchan frases como “deberías estar contenta que por lo menos no se te ha muerto”, “las enfermeras/matronas/ginecólogos deben hacerlo así, sino no llegarían a cumplir con su carga de trabajo” “he oído historias peores, no te quejes”, “todo era por tu seguridad, no deberías sentirte así”.
Por suerte, siempre hay personas dispuestas a escuchar respetuosamente el relato de un parto. Si has vivido un parto violento, busca en tu entorno personas que te escuchen de forma respetuosa. Si alguna reciente mamá te cuenta su parto, escucha sin juzgar, comprende sin coartar, acompaña sin molestar.
“Para cambiar el mundo hay que cambiar la forma de nacer”. Michel Odent
Patricia Valiente Bermejo-Psicóloga NºCol A-1842