Navidad en una familia numerosa
En mi casa siempre ha habido niños. Muchos niños y un montón de gente. Y es lo que tiene nacer en una familia numerosa. Yo fui la penúltima de mis hermanos en nacer en esta gran familia (grande en todos los aspectos), y para mí las navidades eran todo magia, ya que cada comida era multitudinaria y las vacaciones se convertían en puro juego.
Recuerdo que nos pasábamos todas las fiestas reescribiendo la carta de reyes y diciendo “¡me lo pido!” con cada
anuncio de juguetes que aparecía por la televisión, comiendo turrón hasta que nos dolía la tripa y pensando en esa noche en la que iban a meterse en nuestra casa tres reyes con sus camellos y nos iban a traer regalos, ¡para todos!
Y es que la magia llegaba a lo más alto la mañana del 6 de enero, cuando despertábamos a todo el mundo, nos poníamos todos en fila (de menor a mayor) delante de la puerta del comedor y al abrir descubríamos una habitación ¡llena de regalos! Pura felicidad, gritos de alegría, saltos en los sofás y miles de papeles de colores por todos lados.
Normalmente esta inocencia se termina cuando el hermano más pequeño descubre el secreto y los regalos dejan de ser sorpresa, se pierde algo de la magia y con ella parte de la emoción. Pero éste no es mi caso, porque antes de que la inocencia de la pequeña se perdiera y se deshiciera el hechizo, llegaron mis sobrinos, que hicieron que en ningún momento desapareciera, ni un poquito, la sensación de que algo mágico estaba pasando.
Y ahora, ya de adulta, me doy cuenta de que la verdadera magia no está en creer que tres reyes con sus camellos nos traen regalos, sino en ver cómo unos padres mayores se esfuerzan por regalar a cada uno de sus hijos y sus nietos algo que les ilusione, ver cómo todos se sienten agradecidos y vivir la magia que tiene mi familia, que es puro amor.
Y es que, cuando llego cada día 6 de enero a casa de mis padres, y todos nos ponemos en fila y descubrimos los regalos con alegría, felicidad y miles de papeles de colores por todos lados, sólo puedo sentirme agradecida, porque la magia somos nosotros.
¡¡Gracias papá y mamá!!
Escrito por Rocío Bosch