Viaje de cuento a Girona
El pasado fin de semana tuve la suerte de pasarlo en Girona con nuestra mamá ranita Cristina y la verdad es que fue precioso, intenso, enriquecedor y mágico. Así que os voy a contar este cuento de tres días que espero que os guste.
Esta historia empieza cuando Rocío, la ranita valenciana, se subió al tren que le llevaba de Barcelona a Girona y se dio cuenta de que…sorpresa!! Era el mismo tren en el que iba la mamá ranita Cristina!! Así que fue dando saltos de vagón el vagón hasta encontrar a su compañera de aventuras, se fundieron en un abrazo y comenzaron su fin de semana de magia y diversión.
Y la magia no había hecho más que empezar, porque descubrieron que Girona era una ciudad preciosa llena de gente estupenda.
Al llegar, llenaron sus tripitas de ranitas y comenzaron a explorar la ciudad. Su primer descubrimiento fue una muralla impresionante, en la que la ranita Cristina contó una historia sobre una princesa guerrera que se preparaba para la lucha. También hablaron de la vida en la charca de sus familias y se conocieron un poco más.
Entonces pasó algo mágico: entre saltos y volteretas de ranas contentas, vieron algo que se iluminaba en el suelo. Se acercaron y…ERA UN TREBOL DE CUATRO HOJAS!! Nunca habían encontrado ninguno!! Las ranitas rieron, se abrazaron y estuvieron seguras de que todas las aventuras que les quedaban por vivir iban a ser fantásticas con ese amuleto en sus manos.
Las ranitas siguieron su paseo por calles de piedra, hasta que se encontraron un lugar encantador llamado Bellmirall, en el que pudieron descansar sus ancas, beber una infusión y hablar con Gisela, una mujer amable y fantástica que les dio cobijo y les habló de la historia de esta pensión de cuento que fascinó a las dos ranitas. También les dio a probar un brebaje que solo conocen en Girona llamado Ratafia, que les dio calor y fuerzas para ir al lugar donde pasarían la noche.
Pero pasó algo que no esperaban, la ranita Cris se puso malita, con mucha tos y con un ojo de sapo. Y eso preocupó mucho a su compañera!! Porque al día siguiente iban a contarles un cuento muy especial a un montón de gente y les quedaban cosas por preparar. Así que con tos, mocos, el ojo de sapo y un pequeño enfado (porque las ranitas se enfadan, como todo el mundo) terminaron de preparar esa historia fantástica que iban a contar (de niños, juego, diversión y magia) y se fueron a descansar.
A la mañana siguiente, con menos tos pero el ojo de ranita enferma, la mamá ranita y la ranita valenciana se fueron a contar a un montón de gente esta historia tan bonita, pero no fueron solas, porque con ellas estaba Estela, que llegó croando y cantando desde su charca a compartir esta experiencia con sus compañeras.
La mamá ranita se pasó tooooodo el día contando cuentos y jugando con un montón de gente con la ayuda de Estela y Rocío, hasta que el sol se fue a dormir y las ranitas se sintieron cansadas.
Saltito a saltito despidieron a Estela, que volvía a su charca, y entre besos, abrazos, sonrisas y lágrimas, se dijeron adiós.
Después de comer algo, se fueron a dormir, contentas por cómo había salido todo y después de un par de silbidos cayeron en un plácido sueño.
Despertaron el tercer día y llovía mucho, así que tuvieron que esperar a que el temporal amainase para despedirse de la ciudad y sus habitantes. Y así fue, dijeron adiós a los que habían conocido y también a los que no, se sintieron agradecidas y se subieron al tren.
Cuando llegó el momento de la despedida entre las ranitas (ya que una se iba a Madrid y otra a Valencia) sintieron un poco de pena por separarse, pero sobre todo mucha felicidad y alegría por todo lo que habían vivido, lo que les quedaba por vivir y por haberse encontrado en esta vida (y quien sabe sí en otras).
Se abrazaron, se besaron, rieron y lloraron y se sintieron agradecidas, queridas y felices.
Y colorín colorado, este cuento no ha acabado!!