Hermanos de leche: mi experiencia amamantando a otros niños que no son mis hijos

La expresión hermanos de leche no la había escuchado hasta que la vida me puso en la aventura de amamantar.

 

La primera vez que vi a un niño de 2 años tomar teta, mi mochila y herencia cultural se sorprendieron. No puedo expresar que me sintiera cómoda ni incómoda con lo que estaba viendo, simplemente sorprendida. ¿Un niño que anda tomando teta? Se ve que rompía mis esquemas inconscientes.

 

Sin embargo, hoy en día, no sólo me parece una de las estampas más bonitas que existen en la naturaleza, sino que como madre he podido amamantar a mis dos hijos disfrutando de cada etapa; desde el momento más bebé, hasta hoy en día con Kian (que no sé cómo evolucionará nuestra relación lactante), y hasta el momento del destete de Cloe, con su ritual de despedida, agradecimiento, y ganas de jugar con mis tetas más allá de su lactancia.

 

Porque la lactancia la vivo como un acto de amor. Uno de los actos de amor más bonitos que podemos disfrutar los seres vivos. Alimentar a otro ser con tu cuerpo y con tu leche, me parece maravilloso.

 

Precisamente quiero retomar la frase alimentar a otro ser, ya que creo que la lactancia también es un acto de amor para con el planeta. Sentir que la vida me regala la oportunidad de alimentar a otros seres, o de que mis hijos sean alimentados con el amor de otras personas, me parece muy rico y nutritivo.

 

Antes eran nodrizas, esas mujeres que alimentaban bebés y cuyas madres habían sucumbido a la incorporación de la mujer al trabajo. O cuyas madres no podían acompañar a sus hijos en determinadas ocasiones. O incluso antes y aún hoy, simplemente el hecho de ayudarnos, de ser tribu y de poder aportar nutrientes y amor a cualquier niño de la tribu.

 

Soy de las que opina que si el mundo tuviera más hermanos de leche, sería también un lugar mejor ;), ¿no crees?

 

¿Y qué es un hermano de leche? Contándote todo esto te estarás haciendo una idea. Un hermano de leche es precisamente eso, un niño cuya madre ha alimentado a otro niño. Puede ser donación de leche, puede ser amamantamiento o puede ser cualquier situación que implique tomar la leche de otra madre.

 

Nunca me planteé si sería o no madre de leche de algún niño más allá de mis hijos. Nunca fue necesario esto porque no cabe duda de que si me viera en una situación necesitada, alimentaría a cualquier bebé que lo necesitara. Hay historias fascinantes de mujeres que se organizan para poder seguir con su vida con el apoyo de otra madre que les da soporte, tanto logístico como alimenticio.

 

Y ahí llegó la vida, con un gran regalo para todos, un día en el que Simón, bebé de diez días y cuyo hermano mayor estaba ingresado (y acompañado por su madre en ese momento), tenía hambre. En brazos le tenía, lista para darle el biberón que su madre Carola (amiga mía) me había preparado. En ese justo instante Carola me llamó: – Cris, no sé si está buena la leche. Ella, angustiada por estar acompañando a su hijo mayor, había olvidado todo, hasta que yo amamantaba a Cloe con 2 años.

 

Uy Carola, Simón está llorando porque tiene hambre, justo ahora iba a dársela.

Carola un poco angustiada por su bebé…

Carola, si quieres tengo leche, puedo amamantarle…

Gracias amiga, ¡claro que sí! (y me cuenta que sintió luz, paz, tranquilidad y alivio por poder acompañar a su hijo Manu en el hospital un ratito más).

 

Y así fue cómo la vida me regaló la oportunidad de alimentar a otro ser. De acompañar a un bebé cuya necesidad más primaria fue satisfecha por mí misma. Una oportunidad para que Cloe en ese momento se diera cuenta de que podía tener un hermano de leche. Y no sólo eso, sino que su relación con Simón siempre ha sido muy especial. La suya y la mía 😉

 

Después de este día, Simón estuvo ingresado. Carola tenía dificultad para producir la leche que él necesitaba. Y cada mañana iba al hospital a llevarles leche que me extraía por las noches. Así durante varios días. Y también cuento que después de una de sus tomas de mi leche (preparada para niña de 2 años), durmió 5 horas del tirón. ;P

 

Y aunque fue cansado, sólo puedo dar las gracias. Gracias a Carola y a Diego por confiar en la leche materna, en mi leche materna. Y gracias a mi maternidad por regalarme esto.

 

Os diré que Carola no para de transmitirme su alivio al saber que estaba protegido y acompañado, tanto por mí como mi familia. También me dice que les dio la oportunidad de conversar con Diego, su marido, cómo hemos perdido esa herencia materna por siempre jamás…

 

No hubo tiempo para más dudas, no hubo tiempo para cuestionarme nada. Simplemente así fue, y así tenía que ser. Un bebé necesitado, una madre con leche, ¿por qué como sociedad nos cuestionamos a veces tanto?

 

Hermanos de leche: mi experiencia amamantando a otros niños

 

Ya que estoy contándoos mi experiencia como madre de leche, os diré que una vez más, la vida me trajo otro regalo. Y esta vez no fui yo la madre de leche, sino que mi segundo hijo Kian, con 6 meses, tuvo otra madre de leche.

 

Kian estuvo ingresado por bronquiolitis con 3 y 6 meses. Y yo me fui a trabajar esta parte de mi árbol genealógico. Mi amiga Celia cuidaba de Kian, le porteaba y le daba amor mientras yo estaba en terapia. Llegó un momento en el que Kian lloró, de hambre, y ella le amamantó, sin dudar. Sin darle más importancia. Para que yo pudiera seguir en mi sesión, también centrándome en mí misma.

 

Una vez más, la vida me demostró la importancia de la tribu, de tener soporte en todos los niveles, de cuidarnos unas a otras y de caminar de la mano juntas, respetándonos, queriéndonos y cuidándonos. Como mujeres que somos, como personas que nos aceptamos… Y qué difícil es y qué fácil debería ser.

 

Mi experiencia, que podría haber terminado aquí, no terminó aquí. Ha sido justo esta Navidad que me llegó otra hija de leche más… Y sin saberlo, Simón y Olivia se convertirían en hermanos de leche.

 

Amigos de visita en casa para pasar juntos nochevieja. Dos hijos cada uno, de 6 y 5 y de casi 2 y 1 aprox… Los hombres se fueron a la compra de Nochevieja y las mujeres nos quedamos en casa.

 

Había que hacer cena.

– Bajo a Mercadona, dijo Moni. ¿Te quedas con los 4?

– Sí, yo me quedo.

 

Y ahí estaban, Olivia y Kian jugando juntos. En un momento Kian pidió teta, se subió al sofá y se puso a comer. Olivia estaba en brazos, conmigo, en mi otro brazo, necesitada de cariño. De pronto me miró la teta que estaba libre, cogió a Kian de la mano y me pidió teta… Se acercó y mamó. Mamó durante un rato. Y cuando le fue suficiente, se soltó.

 

Volvió a bajarse al suelo a jugar. Entendí que su necesidad de succión había quedado satisfecha y ya no la necesitaba en ese momento.

 

Sin proyectarlo, sin desearlo, sin buscarlo… Porque este tipo de cosas suceden, así, sin más. Sin crearlo, sólo dejándonos llevar.

 

O al menos así lo he vivido yo. Sé de historias diversas que hablan de aventuras de amor entre hermanos de leche. Y sé de historias que me conmueven y me emocionan.

 

Porque si la lactancia materna es lo mejor que podemos ofrecer a nuestros bebés e hijos, ¿por qué a veces los prejuicios nos pueden evitar salud y amor? Porque la lactancia no es sólo alimento. Es también otro tipo de alimento: es succión, es amor, es contacto, es miradas, es cuidado, es cariño, es tanto…

 

Una vez la vida me regaló ser madre de leche de Simón. Y hoy la vida les ha regalado a mis hijos Cloe y Kian ser hermanos de leche de Olivia y Simón.

 

Esto será para siempre. Y estoy segura de que suma…

 

¿Tú tienes hijos de leche o hermanos de leche? ¿Y te apetecería compartir tu historia o la de algún conocido?

 

Por último, os quiero compartir el testimonio de mi amiga Teresa Lobo que siempre dice que en otra época habría sido una madre nodriza estupenda 🙂 Podéis seguirla por instagram aquí.

La primera vez que una mamá me pidió que le diera el pecho a su hijo fue mi hermana. Ella no había terminado la carrera y tenía unos exámenes finales y lo bueno de las lactancias prolongadas es que tu hijo no te necesita tanto y tienes la opción de ofrecer la leche a otras mamás (además, siempre he tenido la suerte de producir mucha leche). Así que, como a mi hermana y a mí nos parecía lo más normal del mundo, alimenté a su bebé de 3-4 meses. La niña lloró, yo la cogí en brazos, le ofrecí el pecho y la niña mamó sin problema. Al final se quedó dormidita. Tanto mi hermana como yo lo vivimos como algo super natural.